Ha aparecido en la revista Nihil Obstat nº 25 y 26, monográfico sobre la Nueva Derecha en el siglo XXI, un artículo titulado "El decrecimiento y la Nueva Cultura Europea", cuyo autor es el (in)traductor de la Cuarta Teoría Política al público hispano-hablante.
Dejamos aquí un fragmento del artículo:
"El hombre antiguo estaba en armonía con la naturaleza, como muestra la famosa carta del Jefe Indio Seattle al presidente de los EE UU. Entonces, ¿Cuándo comenzó a torcerse la armonía con la naturaleza, el sentimiento de pertenencia a un cosmos, a una tierra sagrada? Para AdeB, como no podía ser de otra manera, está claro: con el cristianismo. Sin embargo, los ejemplos que pone están sacados del Génesis, primer libro de la Biblia, libro sagrado del Judaísmo primero, y de su heredero, el Cristianismo, que la convirtió en el Antiguo Testamento. Por lo tanto, desde nuestro punto de vista, sería más exacto decir que la desacralización de la tierra comenzó con los relatos bíblicos: “Multiplicaos, llenad la tierra y dominadla” dice el Génesis. Sin embargo, hay que reconocer que esa visión antropocéntrica estaba circunscrita a un pueblo muy concreto, el “pueblo elegido” y que fue con la asunción de esos valores por el cristianismo y su expansión por Europa que llegan a formar parte de la cosmovisión europea primero, occidental después y mundial actualmente. En honor a la verdad hay que decir que también hay muchos cristianos ecologistas, con el actual Papa Francisco a la cabeza.
Dejamos aquí un fragmento del artículo:
"El hombre antiguo estaba en armonía con la naturaleza, como muestra la famosa carta del Jefe Indio Seattle al presidente de los EE UU. Entonces, ¿Cuándo comenzó a torcerse la armonía con la naturaleza, el sentimiento de pertenencia a un cosmos, a una tierra sagrada? Para AdeB, como no podía ser de otra manera, está claro: con el cristianismo. Sin embargo, los ejemplos que pone están sacados del Génesis, primer libro de la Biblia, libro sagrado del Judaísmo primero, y de su heredero, el Cristianismo, que la convirtió en el Antiguo Testamento. Por lo tanto, desde nuestro punto de vista, sería más exacto decir que la desacralización de la tierra comenzó con los relatos bíblicos: “Multiplicaos, llenad la tierra y dominadla” dice el Génesis. Sin embargo, hay que reconocer que esa visión antropocéntrica estaba circunscrita a un pueblo muy concreto, el “pueblo elegido” y que fue con la asunción de esos valores por el cristianismo y su expansión por Europa que llegan a formar parte de la cosmovisión europea primero, occidental después y mundial actualmente. En honor a la verdad hay que decir que también hay muchos cristianos ecologistas, con el actual Papa Francisco a la cabeza.
Para entender la
ruptura con la naturaleza del hombre occidental hay que buscar las raíces de la
modernidad. AdeB sitúa el origen de la modernidad en la irrupción del
cristianismo (ya hemos dicho que el cristianismo no hacía más que seguir la tradición
bíblica). El profesor José Alsina, en su reciente libro Aportaciones a la Cuarta Teoría Política (Ediciones Fides, 2015),
asume este punto de vista: “Como ha
demostrado Alain de Benoist, la gran diferencia entre el cristianismo y las
religiones paganas no es tanto el paso del politeísmo al monoteísmo sino la
aparición de un Dios creador, absolutamente distinto de la criatura y
totalmente Otro”. La siguiente vuelta de tuerca es, como nos recuerda
Alsina, la aparición del protestantismo y sus derivaciones puritanas y
calvinistas, todo ello aderezado con el pensamiento cartesiano mecanicista.
Así, Francis Bacon postula en su obra La
Nueva Atlántida una ciencia utilitarista, “que permita un mayor control sobre los procesos naturales”. Para
AdeB “con Descartes el desencantamiento
del mundo se hace radical, convirtiéndose en un puro objeto inanimado,
desprovisto de alma, de finalidad y de sentido, simple reservorio de recursos
que el hombre se puede adueñar a su antojo para llegar a ser amo y señor de la
naturaleza”. Finalmente llega la Ilustración, con la aparición formal del
racionalismo y del positivismo o creencia dogmática en la evolución progresiva
de la humanidad gracias al avance tecno-científico. De este modo, la conjunción de una ideología
antropocéntrica unida al poder que da la tecno-ciencia han producido el saqueo
y devastación del planeta."
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